Una frase que nació de la picaresca popular cubana y prendió como la verdolaga.
José Miguel Gómez, segundo presidente de Cuba (28 de enero de 1909-20 de mayo de 1913), pasó la raya del descaro hasta el punto que se le llegó a llamar «Tiburón» por las amplias mordidas al erario público compartidas por sus seguidores.
Así nació «Tiburón se baña, pero salpica», una popular frase que prendió como la verdolaga en otros gobernantes isleños corruptos, que beneficiaron con sus ganancias ilícitas a los incondicionales que le rodeaban y le aplaudían.
En el gobierno de José Miguel Gómez se implantó una estampa decisiva donde se alternaban las medidas demagógicas con la represión más brutal y violenta y robaba desmesuradamente sin contemplación alguna.
Para tener contentos a sus seguidores, repartía a manos llena, incluido el otorgamiento de cargos públicos entre sus allegados, y de esa manera cobraba cada vez más vida en el decir del pueblo el término Tiburón se baña, pero salpica.
Lo más curioso del caso de la corrupción en Cuba es que existía solamente entre los políticos y burócratas que se hacían millonarios aprovechándose de la conocida ley “inmunidad parlamentaria” de la que se aprovecharon en forma desmedida.
No podían ser procesados por delitos comunes, y entonces la inmunidad se convirtió en impunidad y los “tiburones” comenzaron a “salpicar” propagando la avaricia en toda la República. Y esto comenzó el 20 de mayo de 1902, hasta que alguien mandó a parar.
Gómez, murió de neumonía el 13 de junio de 1921, en Nueva York y tras el traslado de su féretro a La Habana, se inauguró en 1936 un fastuoso monumento en su honor, sufragado a partir de contribuciones del pueblo, en una extraña paradoja.
Fuente: Hoy/Revista Vitral/Wikipedia
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