El asesinato del sacerdote católico español Marino Arroyo, en La Habana, devino noticia de primera plana en los diarios y titulares en emisiones de radio y televisión del sur de la Florida, y en Cuba donde ocurrió el lamentable suceso, los medios de comunicación en poder del estado, guardaron como siempre absoluto silencio.
La muerte violenta del cura Eduardo de la Fuente, cinco meses atrás, motivo similar reacción en ambos sitios y si la teoría del gobierno de la isla responde a la exigencia de evitar la divulgación de cualquier incidente, que ponga en peligro el”prestigio” de la Revolución de Fidel Castro, en Miami el propósito es bien diferente y eso está demostrado, desde hace mucho tiempo.
En el caso que nos ocupa, como en otros a lo largo de medio siglo, las autoridades cubanas pecan por defecto, en detrimento del derecho que tiene el pueblo a estar informado y los de la orilla opuesta, encabezados por el exilio de línea dura, lo hacen por exceso, en busca del descrédito al régimen de los Castro.
El periódico Granma, Órgano Oficial del Partido Comunista de Cuba,en su emisión sabatina del 18 de julio, no ofreció detalle alguno sobre la misa de cuerpo presente celebrada con amplia concurrencia popular en la catedral habanera,mientras el diario El Nuevo Herald, editado en la ciudad de Miami,lo reseñó en primera plana.
La noticia relacionada con la muerte del prelado en el poblado de Regla, salió de La Habana, a través de las agencias cablegráficas, acreditadas en el país y sin embargo, los cubanos con escaso acceso a la internet y mal informados por emisoras radicadas en el sur de la Florida, se encuentran al margen de la realidad.
En cuestión la desacertada política informativa y el llamado síndrome del silencio, imperante en la mayor de Las Antillas, ofrecen la cobertura propicia a quienes ellos llaman, enemigos del estado socialistas, al servicio del imperialismo yanqui, para divulgar al mundo su versión sobre este o cualquier otro suceso trágico.
Los periodistas cubanos,no tiene la culpa de lo que pasa, porque están impedidos de ofrecer información de este tipo y a pesar de sus constantes requerimientos en favor de la libertad de expresión, las cosas no cambiarán para ellos y el silencio se impodrán en la presa, la radio y la televisión estatal, como hasta ahora y en Miami seguirá la gritería.