Esta manifestación es tristeza airada o disgusto por el bien ajeno o por el cariño o estimación de que otros disfrutan.
La envidia es un sentimiento mesquino que corroe al ser humano desde tiempos inmemoriales y está considerada como pecado capital porque es la fuente de otros vicios y fue Caín y no Abel el primero en experimentarla, según la Biblia, que narra la rivalidad entre ambos personajes.
El filósofo, escritor y matemático británico Bertrand Russell, define esa manifestación como una potente causa de infelicidad, mientras que el afamado psicólogo madrileño Iñaki Piñuel Zabala, autor del ensayo empresarial Liderazgo Zero, sobre rivalidad y violencia, entre otras obras, la describe como un signo de inferioridad.
En término psiquiátricos la envidia es una enfermedad, ya que el inviduo experimenta trastornos de personalidad, depresión y signos de falta de autoestima, al conjuro de enormes deseos de poseer valores, atributos y cualidades ajenas, en su afaman por sentirse superior.
Ellos suelen pedir a gritos el mal de los demás, incluso la muerte y están en todas partes como plaga maldita, riendo tus fracasos en la vida y sufriendo por sus desdichas. De ahí el popular y recurrente refran: “Si la envidia fuera tiña, cuantos tiñosos habría”, pero lo más dificil es descubrilos, porque su fachada está bien pintada