El precio de la gasolina deviene elemento fluctuante en el contexto de la aguda crisis económica que afronta Estados Unidos, el mayor consumidor de combustible del mundo y desde diciembre de 2010, alcanza el más alto índice de crecimiento en comparación con octubre de 2008, al rebasar los tres dólares por galón.
Ahora el costo del barril de petróleo es superior en cinco dólares en relación con la mencionada fecha, pero según los especialista el alza está condicionada por la menor utilización de vehículos automotores, por parte de la población, en su empeño por disminuir los gastos en momentos en que el nivel de desempleo es más alto.
Los consumidores de la nación más desarrollada del universo observan el galopante aumento de los precios del vital recurso energético, que en los primeros días de julio de 2011 descendió ligeramente, quizás por un par de semana, sin embargo actualmente la tendencia es la de volver a colocarse a cuatro dólares el galón.
En la Florida, considerado el estado más empobrecido de la Unión, la incontrolable inestabilidad que se observa en las estaciones de servicio, mantiene en vilo a los consumidores, cada vez más angustiados por los efectos de la inflación y obligados a adoptar medidas emergentes en busca de controlar la tensa situación.
En una ciudad donde la tasa de personas sin trabajo excede el 10 por ciento, el número de pasajeros que usa diariamente el metro, aumentó en casi el 25 en los últimos meses, pero ese medio de transporte aún pequeño para satisfacer la demanda, sólo presta atención a dos barrios y al centro de Miami.
A fines de abril de 2011 el presidente Barak Obama, dijo a los estadounidenses que no existe una solución mágica para reducir los altos precios de la gasolina y también postuló sus deseos de poner fin a lo que describió como subsidios de 4,000 millones de dólares a firmas encargadas de la producción de petróleo y gas.
En correspondencia con los planteamientos del mandatario demócrata, se constituyó un grupo de trabajo integrado por agencias federales, con el propósito de investigar potenciales fraudes en los mercados energéticos, que repercutan en el deterioro de los precios, incluyendo acciones de tipo especulativo.
En lo que el palo va y viene, las compañías petroleras de Estados Unidos sigue cogiendo su tajada en el negocio y abultando sus ganancias, como siempre a costa del bolsillo de los contribuyentes, limitados incluso para resolver carencias doméstica, al acrecentarse por la misma causa el costo de los artículos de primera necesidad.