Los elevados costos del cuidado médico y los fármacos en Estados Unidos, el país más poderoso del mundo y autoproclamado paladín de los derechos humanos y la justicia social, colocan a las personas que padecen de enfermedades persistente y a sus familiartes, en una situación de extrema impotencia
En la unica nación del mundo desarrollado que carece de un plan integral de salud para la totalidad de sus más de 300 millones de habitantes, el ciudadano común está imposibilitado de adquirir un seguro privado por sus exageradas cuotas de pago y su abusivo procedecer, con quienes equivocadamente lo hacen.
Es conocido que las compañías de seguros médicos y la industria farmacéutica son las dueñas absolutas del Sistema de Salud en Estados Unidos, mientras los políticos que reciben grandes sumas de dinero como soborno, se hacen de la vista gorda y permiten que se juegue con la vida de hombres y mujeres.
Estas poderosas entidades niegan a sus contribuyentes, en cifra ascendente a unos 250 millones de norteamericanos, invertir el dinero necesario para tratamientos clínicos, cirugías y atención médica de urgencia, en flagrante y descarada estafa, como si estas personas fueran simples clientes, en lugar de pacientes.
La ultraderecha en el Congreso se opone a cambios radicales que contribuyan a lograr la sanidad universal gratuita, olvidando que alrededor de 50 millones de estadounidenses están en peores condiciones, ya que ni siquiera pueden aspirar a solicitar una póliza de salud como si vivieran en un país del tercer mundo.
Ese anhelo es hoy día y desde hace mucho tiempo una realidad palpable en Canadá, Francia, Inglaterra y hasta en pueblos en vías de desarrollo, pero aún así la Reforma de Salud del actual inquilino de la Casa Blanca, Barack Obama, que busca elevar la calidad de vida del ser humano, es tildada de socialista por sus enemigos políticos.
Estados Unidos es la única comunidad del globo terráqueo donde las personas sueña con envejecer y recibir tras cumplir los 65 años de edad los beneficios de los programas federales de Medicare y Medicaid, para finalmente sentirse protegidos por el sistema de salud, que parece seguirá sirviendo a los poderosos como fuente de enriquecimiento.
Este contradictorio proceder pudiera parecer una exageración, pero es una verdad como una casa y es quizá la única forma de resolver una cobertura de salud, a no ser que las farmacéuticas y las aseguradoras dirijan sus incentivos a mejorar el cuidado médico y dejen de financiar las campañas políticas de los congresistas.
El declive sanitario comenzó durante el gobierno de Richard Nixon, quien propició a partir de 1971 la privatización del sistema de salud y aunque Bill Clinton trató de revertir esa dramática coyuntura, el fracaso coronó el empeño y ahora sólo queda esperar por el futuro de las medidas aprobas por el gobierno de Obama.
Sólo malos augurios marcan el agujero negro del llamado sueño americano, si tenemos en cuenta que las primas de los seguros médicos subsidiadas por los empleadores se duplicaron durante los últimos nueve años, con un crecimiento tres veces más rápido, que el incremento salarial acumulativo de los trabajadores.
Actualmente Estados Unidos gasta en la salud casi el doble, que el promedio de otras naciones desarrolladas y el deducible anual aumentó hasta un 18 por ciento, por cuya razón los obreros de más bajos ingresos, renucian a sus planes y ocho de cada 10 estadounidense no está de acuerdo con el costo de los cuidados médicos.
Vivimos en el país de las grandes oportunidades. Pero con estos truenos…quien duerme?