y frio en su piel quemada,
vaga y fija es su mirada,
sentado alli en la estaciòn.
Fuma sin prisa, acaricia
su banco càlido y blando,
en la barba enmascarando
la ausencia de una sonrisa.
Quita una gorra marròn,
voltea su tela gastada,
vaga y triste es su mirada,
escuàlido su bastòn.
La mano negra no abre,
deja su suerte al destino
y a la gorra, que es su nido
de promesas vulnerables.
El viejo de la estaciòn,
de ànimo indiferente,
mientras pasa tanta gente
sigue quieto en su rincòn.
Y en la plaza de comer
todos dan a las palomas,
pero al viejo con su gorra
ninguno parece ver.
El sol ya el banco no pica,
muchos trenes han partido,
las palomas se han dormido,
sirenas lejos replican.
Es negro como el carbòn,
de arrugas su piel quemada,
vaga y triste es la mirada
del hombre de la estaciòn.
Mabel Romero.