En Cuba todos nos creímos el cuento pero en realidad no le dieron nunca nada.
Landy, un joven que en ocasiones deviene taxista ocasional en la capital cubana, en busca de unos centavos más, enrrumbó una tarde su destartarado vehículo por la calle Neptuno y recogió a un grupo de clientes, pero se llevó menuda sorpresa al comprobar que uno de los pasajeros era un pelotero famoso.
Sin salir de su asombro, preguntó – y a usted Fidel no le entregó un carro hace uno días? El aludido, que viajaba en el asiento trasero, respondió categoricamente “No, a mi no me han dado nada”! y luego su voz brotó como en una suplica “lo que quiero es que me lleve hasta mi casa en San Miguel del Padrón”.
No sé si el combustible alcanzó para llevar al singular protagonista de esta historia al lugar indicado, pero lo cierto es que aún no sabía a quien se refería el improvisado botero,aunque por mi mente pasaron varios nombres de figuras destacadas en en el Primer Clásico Mundial de Beísbol, recién celebrado.
Entonces, recorde la magistral actuación de un picher capitalino, seleccionado como el mejor del torneo e incluido en el equipo Todos Estrellas y el rumor de un supuesto premio en reconocimiento a su labor que corriá como polvora de boca en boca en el territorio nacional cubano, pero que decepción. Todo era un engaño.
El muchacho se cansó de esperar y escapó un buen día de la isla y tras un período de preparación firmó con los Tigres de Licey, para jugar en la liga invernal de República Dominicana, con vistas a su posterior incorporación a las Grandes Ligas, en Estados Unidos y no es otro que el diestro Yadel Martí.
