La conveniencia de trasformar a los actores en patrones de belleza, nació con el cine y el sistema de estrellas de Hollywood impuso la utilización de la cirugía estetica, como arma eficaz para modelar sus cuerpos y rostros y triunfar a escala mundial como seres perfectos, imposible de igualar en aquella época.
Ava Gardner, ranqueda como la mujer más bella, fue la primera estrella del cine clásico en entrar en el quirófano con el propósito de reparar defectos, según declaraciones de la actriz sueca Ingrid Bergman, conocida como la vaca, tras su llegada a Estados Unidos, por su rotuda negativa a cambiar su apariencia física.
Marylin Monroe, una de las grandes divas de la historia del celuloide y mito herótico de las décadas del 50 y 60, mejoró su nariz y la barbilla, mientras Greta Garbo y Brigitte Bardot, se retiraron jóvenes, pero intactas, se dice por miedo a ponerse viejas en pantalla y por el contrario Susan Sarandon de 66 años, escogió continuar con pequeños retoques fisonómicos
Katharine Hepburn, acreedora de cuatro Oscar y 12 nominaciones, y primer lugar en la lista del America Films Institute, como la mejor y más importante en la historia del cine, por delante de Bette Davis y Audrey Hepburn, no recurrió nunca a las operaciones regenerativas al igual que la mexicana María Felix, una de las grandes de latinoamerica y quien no actuó por decisión propia en Hollywood.
Si Sher es ahora la reina de las cirugías estéticas, con más de una veintena a lo largo de su carrera, la norteamericana Cindy Jackson, sin relación alguna con la cinematografía, la dejo chiquita al totalizar 52, valoradas en más 100 mil dólares, por cuya razón obstenta el récord Guinnes en la categoría de intervenciones quirúrgicas de ese tipo.
El culto al cuerpo humano alcanzó su momento cumbre en los años 80s del pasado siglo y el furor llega a nuestros días, con marcada incidencia en el sector femenino, porque si antes las cirugía estética era patrimonio de las estrellas de cine y los ricos, ahora se presenta como una perspectiva absequible al ciudadano común.
Aún así un selecto grupo de damas del celuloide de la actualidad, defiende a capa y espada la bellleza original, y se muestran contrarias a la artificialidad, que sufren muchas de sus similares, por el simple hecho de tratar de detener el paso del tiempo, en correspondencia con los avatares de la ingeniería del cuerpo.
Meryl Streep, dueña de un talento sin par con 16 nominaciones a los premios Oscar y dos estatuillas en su poder, una de las excepciones, niega haberse hecho algún retoque en su cara y a los 64 años asegura que la cirugía estética no es para ella, en momentos en que sigue triunfando, fresca y simpática como el primer día.
Demi Moore que ya tiene 51 abriles declaró que no le gusta la idea de hacerse operaciones con el propósito de frenar el envejecimiento y desmintió rumores al respecto, pero Sharon Stone, de 55 contraria también a esas prácticas, demandó a un cirujano por decir que la artista se había hecho una lifting.
Sandra Bullock, nacida en 1964 y Julia Robert tres años después (una de las tres interpretes femeninas que han ganado más de 20 millones de dólares por película) son las más solicitadas por los directores y figuran entre las pocas en apreciar su hermosura real, que además constituye referencia en las clínicas de cirugía estetica.
Una encuesta de la Sociedad Internacional de Cirugía Plastica Estética a más de 20 mil especilistas en 84 países, sobre la influencia de las famosas precisa que la mayoría de las pacientes preferian las nalgas intactas de la Bullock y piden con marcada insistencia el cabello, la boca, la barbilla y la nariz sin mácula de la Roberts,
Es por lo tanto cierto que lo natural llama poderosamente la atención, sin embargo muchos quieren mostrarse diferentes y llegan incluso a dejar en el camino su identidad, en una suerte de metamorfosis corporal, que los hace desconocidos de la noche a la mañana, en detrimento de la belleza espiritual, que irremediablemente sede terreno.