La guajira cubana de origen canario que curaba los males del cuerpo con agua.
A mediados del siglo XX vivió en el intrincado barrio Cayos de San Felipe (en tierra firme, no en los cayos propiamente), en Pinar del Río, una guajira de origen canario que, a pesar de su pobreza atroz, empieza a curar los males del cuerpo con agua…
No importa que los políticos y los doctores de la época la ataquen sin piedad, junto a muchos escépticos; ella está segura de la grandeza de su misión y levanta la moral de los enfermos con una frase ya histórica «Perro maldito, al infierno».
Antoñica Izquierdo o la Virgen de los Cayos, nace en la finca Las Ayudas en 1899, y es la sexta de los trece hijos que tienen Matías Izquierdo y Rosalía González, inmigrantes canarios establecidos en Vueltabajo a fines del siglo XIX.
En 1915 se une en matrimonio con un vecino de la finca, un campesino tabacalero pobre, y nacen siete vástagos que son criados en un hogar donde las doctrinas del catolicismo empiezan a ser devoradas por supersticiones espiritistas.
Antoñica, es una mujer analfabeta, flaca y llena de parásitos, que viste con una vieja y larga túnica que le llega hasta los tobillos, pies pétreos por la desnudez y el pelo negro ralo, recogido en un moño a la cabeza en descuidado perenne.
Sin embargo, esta inopia no le impedirá saltar muy pronto a la fama y atraer las miradas atentas de miles de tullidos y menesterosos, al tiempo que el sociólogo Daniel Álvarez Durán, escribe la crónica «La penitencia, Antoñica y los poderes del agua»
Su hijo menor de dos años padeció de calenturas muy altas hasta llegar a un grave estado de salud y ella, por lo precario de su economía, no logró que lo atendieran en el hospital y agotó, sin éxito, los recursos de la medicina verde y de los remedios.
Esta situación la precipitó a un escenario de desespero, y entonces a su propio decir, tuvo una revelación en su mente, el ocho de enero de 1936; con la aparición de la Virgen María, que le dijo: “No te preocupes, tu hijo no morirá”.
Cuenta aquella mujer de imagen de ermitaña o vagabunda no exenta de cierto aire conventual y misterioso que la divinidad recomendó meterlo debajo de un chorro de agua que caía de las canales del bohío, y así lo hizo, y el muchacho se curó».
Dicen que Antoñica, presa de un irrenunciable misticismo, recibe otra visita de la santísima, en la cual le pide que proteja a todos los infelices de la tierra, a quienes debe curar sin cobrarles ni siquiera un centavo y sin medicinas.
Sea o no real esta afirmación, lo cierto es que varias familias se agrupan a su alrededor, con el fin de beneficiarse de sus poderes celestiales, y largas caravanas de peregrinos a pie, a caballo o en carreta, llegan procedentes de toda Cuba
Acampan en los alrededores de su humilde bohío de guano y tabla de palma, convertido ahora en un santuario y según relatos de diarios de la época, muchos desahuciados esperan entre cinco y seis días para recibir atención de la curandera.
Se le podía ver desde la mañana hasta la noche consultando a lo necesitados; a pesar de su cansancio y hambre, rocía varias veces la cabeza del doliente con agua fresca salida de una palangana, en medio de un ritual sencillo e invariable.
Al tiempo que repite como una letanía su ya conocido grito de batalla ¡Perro maldito, al infierno! …¡Perro maldito, al infierno!»… a la vez, traza una cruz con los dedos en el aire y realiza otros artilugios que le agregan dramatismo a su espectáculo.
Pero la ardiente curandera se pasa pronto de la raya y se transforma en una guía espiritual que se aprovecha de la miseria, la patética ignorancia y el oscurantismo de sus conciudadanos, a quienes pide que destruyan sus documentos de identidad.
Compulsa a que abandonen cualquier filiación política o social, no se registren en los censos electorales y no acudan nunca a las urnas, así como echar a la basura las medicinas, no acudir jamás a los hospitales y sacar a los niños de las escuelas.
Por supuesto, muy pronto la sanadora se gana el odio de la partidocracia, huérfana ahora de votantes, y de los doctores, que ven disminuidas sus clientelas en la región y el 14 de abril de 1936 es denunciada en el Juzgado Correccional de Viñales.
Es acusada de ejercer de manera ilegal la medicina, pero finalmente es absuelta por falta de pruebas, y se ordena su traslado hacia Consolación del Sur, donde se le celebra un nuevo juicio, inculpada esta vez de coacción a los electores.
En esta ocasión, tampoco es condenada, porque el pueblo se lanza a las calles para pedir a gritos su libertad y una hermana logra esconderla en su casa, ubicada en Valle Isabel María, en el municipio pinareño de Minas de Matahambre.
A finales de 1944, año de cambio de presidente, los políticos de esa localidad la culpan por volver a obstruir las elecciones y, de inmediato, es presentada ante la Audiencia de Pinar del Río con el pretexto de mostrar síntomas de demencia.
Luego de muchas trampas legales, es recluida en el Hospital Siquiátrico de Mazorra, donde Antoñica sufre mucho por la falta de agua que padece ese centro asistencia habanero y allí muere el primero de marzo del año siguiente.
Tras fallecer, algunos de sus antiguos pacientes, fuertes y robustos gracias a sus «milagros», fundan la secta “Los Acuáticos” que, desalojada de sus tierras por el senador Pedro Blanco, se refugia en el Valle del Cuajaní, en la Sierra del Infierno.
Allí, estos piadosos se dedican al cultivo del tabaco, la malanga y otros productos para la subsistencia familiar; se «curan» con las aguas de un manantial cercano, y mantienen vivas las prédicas de Antoñica Izquierdo, basadas en la fe y el delirio.
¿Bienaventurada?, ¿sacerdotisa de la buena salud?, ¿consumada estafadora? Nadie lo sabe, aunque, en realidad, sobre esta campesina nunca han dejado de escribirse numerosos artículos de prensa de corte sensacionalista.
Alrededor ella se han tejido historias fantasiosas y décimas montaraces y asimismo, se han dado a conocer libros como La leyenda de Antoñica Izquierdo, de Tania Tolezano y Ernesto Chávez, perteneciente a la Editorial de Ciencias Sociales.
Manuel Octavio Gómez filma “Los días del agua” en 1971, una película protagonizada por Idalia Anreus que, además de ser el primer largometraje cubano de ficción en colores, se rinde ante las magias de La Virgen de los Cayos…
Fuente/ CubaSi (Fotos Internet) .