Es un éxito de la industria de la tontería que vende.
Caso cerrado es uno de los más populares programas de televisión en América Latina, incluso en Cuba pero muy cuestionado por la veracidad de los casos que presenta, su conductora Ana Maria Polo, quien lo defiende por su mensaje…
Al final de cada emisión del espacio de la cadena Telemundo), después de los créditos, un letrero advierte que algunos de los litigios están dramatizados, asumidos por otras personas, para proteger la intimidad de los implicados.
Esto lo admite propia conductora del programa; sin embargo buena parte de las demandas se sostienen en situaciones tan sórdidas, tan groseras, tan … que el mero hecho de hacerlas públicas ya podría generar un debate ético.
Lo importante es que el producto sea rentable y se sabe que lo morboso vende siempre a partir de una trama funcional, ágil y bien estructurada de conflictos humanos que motivan al público al extremo de identificarse con esas situaciones.
La obscenidad publicitada cautiva a importantes segmentos de la audiencia como simples espectadores desde la barrera, a salvo de cualquier implicación práctica en un proceso escabroso, de sensaciones no siempre se admitidas públicamente.
Puede incluso que Caso cerrado se avenga a lo política y académicamente correcta cuando ofrece «soluciones» a conflictos generados por la violencia de género, el machismo, la homofobia… o por intereses encontrados en disímiles ámbitos.
Los productores convierten los «problemas» en grotesco carnaval de antivalores, y la manera en que son «resueltos» está lejos de ser decorosa, y tan o más grosera que demandantes, demandados y testigos puede llegar a ser la propia doctora Polo.
Muchas veces ella se regodea en una poco disimulada superioridad, como si los litigantes fueran seres inferiores y lo preocupante es que para algunas personas la Polo devenga una especie de árbitro universal, referente indiscutido de ética.
Estamos ante este espectáculo de degradación y aunque los realizadores aseguran que las historias son absolutamente sacadas de la realidad cotidiana, resulta evidente el énfasis en la liviandad y la impudicia por un puñado de dinero.
Caso cerrado puede parecer incluso divertido y hay quien ve con plena conciencia de «la trampa», muchas veces para pasar el rato… Pero otros se los toman muy en serio, hasta el punto de asumir los conflictos como enseñanza de vida.
Convendría aprender a separar la paja del grano. Por supuesto que esas situaciones (incluso, las más manipuladas) pueden existir y existen. Pero se puede (y se debería) lidiar con ellas con dignidad, sin convertirlas en atracción de feria.
Es fácil frivolizar la justicia, la vocación de justicia, el anhelo de justicia. Lo complicado es tratar de equiparar ese «circo» con los desafíos de la realidad. En Caso cerrado no lo intentan… aunque la doctora Polo diga que su programa es la vida misma.
Fuente/Fotos: CubaSi/TN8/GettyImages