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La forma racional de identificarlas con sus rótulos y números comenzó en 1834.

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Las Calles de La Habana poseen el doble aspecto de una ciudad antigua y moderna. Fotos Internet)

La Calzada de Monte se llama Máximo Gómez, y la de Reina lleva el nombre de Simón Bolívar. Como Finlay se rebautizó la vieja calle de Zanja, y Belascoaín se denomina Padre Varela. Pero ¿cuántos son los habaneros, viejos o jóvenes, que aluden a esas vías por su nomenclatura oficial?  Pocos en verdad, aunque los documentos y las tabletas que las identifican insistan en recordarnos que Teniente Rey, Zulueta, Concha y Estrella se llaman Brasil, Agramonte, Ramón Pintó y Enrique Barnet, respectivamente.

¿Se ha puesto usted a pensar en el nombre que lleva su calle y por qué? Algunas se identifican con letras, otras con números. Esa manera tan racional de distinguir las calles comenzó a emplearse aquí a partir de 1858 cuando la estancia “El Carmelo” se convirtió en barrio residencial. Comprendía 105 manzanas que se ubican entre el río Almendares y la actual calle Paseo y desde la calle 21 hasta la costa.

Esos terrenos adquirieron mayor importancia un año más tarde, cuando el conde de Pozos Dulces y sus hermanas obtuvieron la autorización para parcelar su finca El Vedado y quedó dividida en las 29 manzanas que se extienden desde  las calles G y 9 hasta los límites de El Carmelo.

A capricho

El nuevo sistema de los números y las letras no sustituyó del todo el modo antiguo y más pintoresco que se empleó en La Habana Vieja y sus primeras ampliaciones, y en el que las calles recibían su nombre a capricho, bien por el de un vecino, una persona célebre o un suceso que había despertado interés o también por una iglesia, un comercio o una planta.

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No fue hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX, que La Habana conoció de una numeración de casas y rotulación de calles más racional y científica.

Así, la calle de Aguacate tiene ese nombre por un árbol de ese fruto que se sembró en el huerto del antiguo convento de Belén. Águila, por la imagen de ese animal pintada en una taberna que existió en dicha calle. Lealtad, por la cigarrería de ese nombre, y Alcantarilla, por la que se abrió en las inmediaciones del Arsenal. No faltaba la ironía a la hora de las denominaciones. Tal es el caso de Economía. Sucedió que un tal Cándido Rubio, propietario de un taller de madera, fabricó en esa calle, con tablas de desecho y los mayores ahorros, una serie de viviendas destinadas al alquiler.

San Rafael no siempre se llamó así. Se le conoció antes como Del Monserrate porque conducía a la puerta homónima de la Muralla de la ciudad, y se denominó también De los Amigos y Del Presidio por el que existía donde se levantó después el teatro Tacón, hoy Gran Teatro de La Habana.

Neptuno debe su nombre a la fuente de esa deidad emplazada donde la calle hace esquina con Prado; se llamó también De San Antonio y De la Placentera. Suárez, que recibió ese nombre en honor de un cirujano mayor del Hospital Militar, fue la calle del Palomar, por uno que allí había, propiedad del Tío Domínguez.

Cervantes fue el nombre original que tuvo la calle Cienfuegos, y no para que sirviera de recuerdo al gran escritor español, sino por el periodista cubano Tomás Agustín Cervantes, director de El Papel Periódico de la Habana.

Rótulos y números

Fue el despótico capitán general Miguel Tacón, gobernador de la Isla, quien acometió la pavimentación y rotulación de las calles habaneras, y también la numeración de los locales,  entre 1834 y 1838 y no volvería a rotularse ni a enumerarse en la capital hasta 1937.

Dice Emilio Roig de Leuchsenring que tras el cese de la dominación española en Cuba, el Ayuntamiento habanero comenzó a cambiar los nombres de las calles de manera caprichosa e inconsulta, sin obedecer orden, plan ni sistema alguno, sino en respuesta a intereses personales, vanidades, razones políticas y adulonería, aunque a veces, reconoce el historiador, la entidad actuó movido por la buena voluntad. Pero siempre cada cambio provocaba la protesta del vecindario.

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Con los años, nacieron otras zonas, otros barrios, otras avenidas, que le arrebataron el protagonismo a la parte más antigua de la villa.

En 1935, cuando el destacado intelectual fue nombrado Historiador de la ciudad, uno de sus primeros trabajos fue el reordenamiento de los nombres de 104 calles del término municipal de La Habana, así como abogó por la restitución de los nombres antiguos, tradicionales y populares, siempre y cuando no hirieran la sensibilidad o el patriotismo del pueblo, como los casos de Vives o Tacón gobernantes déspotas.

Además propuso que no se diese a ninguna calle, calzada o avenida el nombre de ninguna persona viva o que no tuviese al menos diez años de fallecida, y que no quedara al arbitrio de los dueños de las nuevas urbanizaciones la denominación de sus calles y en buena medida sus argumentos tuvieron aceptación municipal.

En definitiva, nadie llamó Avenida de la República a la Calzada de San Lázaro, ni José Miguel Gómez a la calle Correa, en Santos Suárez. La Avenida de México sigue siendo Cristina, y Neptuno nunca ha sido Zenea, como Palatino no fue Cosme Blanco Herrera ni San Rafael, General Carrillo. O’Reilly siempre fue O’Reilly y no Presidente Zayas, como se leía en sus tarjetas, y no creo que nadie recuerde ya que Trocadero fue alguna vez América Arias. Gerardo Machado hizo bautizar con su nombre la calle 23, en el Vedado, y Línea, en tiempos de Batista, comenzó a ser llamada Doble Vía General Batista.

Algo similar sucede con el Malecón habanero, que en los albores del siglo XX  recibió el nombre de Avenida del Golfo en su tramo primitivo, aquel que se extiende entre el Castillo de la Punta y el monumento ecuestre al Titán de Bronce. Que después se denominó, sucesivamente, Avenida de la República y Avenida General Antonio Maceo.

Eran los tiempos en que esa vía, la más cosmopolita de la urbe, llegaba justo hasta la estatua del prócer y a partir de 1936 se fue extendiendo hasta la desembocadura del río Almendares y los nuevos trechos recibieron los nombres de Avenida de Washington, Avenida Pi y Margall y Avenida Aguilera, pero sigue siendo El Malecón, para todos los cubanos

Fuente: Web Radio Cadena Habana

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