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La maquinaria progandística no pierde tiempo y refleja la frase en prendas de vestir de uso casual.

En Cuba la utilización de la mano de obra esclava de origen africano en el siglo XVI, tras el exterminio de los aborígenes durante la época colonial, dejó huellas de los diversos dialectos dentro de léxico y la fonética de la isla, incluso para los propios españoles, que lograron imponer el castellano como la lengua que hablamos hoy en día.

Los vínculos entre africanos, españoles e indígenas forman parte de la nacionalidad cubana, pero en el caso de las voces utilizadas por los primeros no siempre han sido bien vistas y están sujetas al rechazo, por ser consideradas de los barrios marginales y pertenecer a la delincuencia; y es cierto que esa es su verdadera procedencia.

Los prejuicios raciales heredados de los colonizadores mantuvieron esas expresiones como patrimonio de las capas bajas y en especial de los negros y actualmente muchos linguístas critican su empleo y las catalogan incultas, pero aún así los cubanos hemos incorporado al habla popular e informal una infinidad de palabras de ese tipo.

Hoy escuchamos a jóvenes y adultos de cualquier estrato social decir ambiacúmbila, consorte, monina, nague o negue y asere, esta última las más pronunciada y difundida entre todas, y es que el poeta nacional Nicolás Guillén incorporó a nuestra literatura la lengua de los negros bozales como algo natural.

El término asere  es de auténtica estirpe carabalí y no Yoruba o Lucumí como se ha dado a creer y fue registrado en 1961 en su presente significación como amigo fiel, en la compilación Habla popular cubana de hoy de la revista Actas del Folklore y en la colección de Cubichismos del escritor y periodista Argelio Santiesteban.

El vocablo no es tan nuevo entre los cubanos como algunos piensan, ya que en la década del 30 el contrabajista y director de orquesta Estanislao Servía, compuso el danzón Asere Cipriano y en la novela Las Iniciales de de la Tierra, de Jesús Díaz, aparece el término, como muestra de su inclusión en el lenguaje escrito.

Gonzalo Martín Vivaldi, catedrático y periodista granadino fallecido en 1983 planteó en una ocasión y con razón. El diccionario va detrás de la lengua: es un espejo donde se refleja el decir de la gente. No crea ni inventa, recolecta“, como se manifiesta en el tan recurrido asere, propio de los oriundos de la mayor de las Antillas.

Los primeros habitantes de Cuba y los esclavos africanos nos dejaron palabras que persisten en nuestra forma de expresarnos. Pero al rico vocabulario isleño se suman otras que forman parte de la jerga que inventamos a diario, como es el  caso de Qué volá?, que quiere decir cómo estás? o qué pasa?, según la intención del parlante.

Ahora  bien, los cubanos desperdigados por el planeta, en mayoría en el sur de la Florida, también hablamos así, como fieles exponentes del legado de nuestros ancestros, con la problemática que los emigrantes de otras naciones apenas nos entienden, cuando hablando el mismo idioma decimos: Que volá asere? y la pura? y el curralo?

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