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La historia escrita de un grupo de bailarinas del mundialmente famoso cabaret cubano.

Una obra inspirada en testimonios y vivencias propias

En La Habana secreta de politiqueros, ricachones y aristócratas de oropel, “canalla y rumbera”, de la década de los 50 del siglo XX, habitan las muñecas de cristal, un grupo de bailarinas del mundialmente famoso cabaret Tropicana.

Una historia en la que priman intrigas, ambiciones, amores y desamores de esas mujeres de carne y hueso, y que el escritor cubano Orlando Quiroga, conoció gracias a su intensa labor periodística en el mundo de la farándula habanera de la época.

Ellas se desenvuelven en aquel Paraíso bajo las Estrellas, en ese ambiente social inevitable, de lujo, profesionalidad y esplendo, donde rutilan además, modelos, divas y divos, y se entretejen y contrapuntean, ambiciones y celadas fuera de la escena.

Allí, un enjambre de modistas, peluqueros, escenógrafos y vestuaristas rodean a las estrellas en un verdadero infiernillo, del cual es participe el sagaz escritor, y que recrea en su libro Muñecas de Cristal, editado por la editorial Letras Cubana.

En sus páginas cuatro mujeres de orígenes disímiles se valen de todas las astucias femeninas para conquistar un lugar privilegiado como modelos o bailarinas de uno de los centros nocturnos más famosos del mundo.

Rodney, el coreógrafo, es un ser omnipresente en las vidas de Rossy, Lili, Chalia y Sandra, que se exhiben en un cabaret en cuya entrada hay una escultura de cristal de una muñeca. ¿Podrán ellas evitar el destino del cristal hecho añicos?.

Las noches de Tropicana y sus muñecas de cristal

La noche de Tropicana no es únicamente lo que el autor presenta. Hay otra Habana de sórdidos cafetuchos y cabarets de mala muerte en los que se dan cita, como salidos de las alcantarillas, camioneros, marinos norteamericanos, turistas de tercera, travestis…

Una noche en las que se entremezclan las intrigas del poder, la suntuosidad de la aristocracia, la pobreza de los conventillos y cuarterías y el polvo rojo de la tierra que llega a la ciudad desde el interior de nuestra Isla grande.

En fin, un gran fresco que rodea a las mujeres que luchan cada una por el primer lugar en el deslumbrante espectáculo y que tienen como premonición del fin una inmensa lluvia de fuego que se abate sobre Tropicana y acaba con sus sueños.

Los odios, los amores, amoríos y desamores de estas mujeres de cristal, de porcelana, de acero y de barro de Quiroga, constituyen un testimonio humano que puede resultar unas veces divertido, otras desgarrador, siempre apasionante.

Aquellas muchachas de cuerpos exuberantes eran expresión del sabor de los ritmos  cubanos e internacionales en el mayor show nocturno de la capital, de esplendor artístico sin igual y también de gansterismo, mafia y corrupción.

Fuente: EcuRed/Destino Cuba

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