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La construcción del emblemático lugar concluyó a fines de 1929 y tomó el nombre de José Martí.

Vista tomada desde el campanario de la Iglesia Católica.

En la Cuba colonial la fundación de una población, estaba sujeta a una serie de condiciones y preceptos legales y debía tener un centro donde obligatoriamente se ubicaba su dirección, y a este lugar por diversas causas debía acudir su gente.

Debía ser una zona amplia que se convertía en plaza de armas de las tropas coloniales españolas, donde además se expendieran alimentos y en Jaruco alrededor de este sitio se edificaron la iglesia católica, la cárcel, y el hospital “La Caridad”.

A principios del siglo XIX y durante el reinado de José I. Bonaparte en España (1803-1813), se trató de modificar el céntrico lugar y se le dio el nombre de “Plaza de la Constitución”, erigiéndose un modesto obelisco alegórico.

El 21 de julo de ese año el General Juan Ruíz Apodaca asume el mando de la isla y jura la constitución de la monarquía española; pero dos años después Fernando VII abole este tipo de régimen y fue destruida la pirámide a golpe de piqueta.

El pedazo mayor de la loza de mármol del obelisco fue recogida por un esclavo de Don Simón Irure Lizazo, quien quería conservarla toda vez que había sido uno de los mas entusiasta y fervientes promotores de la destrozada pirámide.

Durante la Guerra de Independencia la zona donde hoy se ubica el parque fue escenario de la Toma e incendio de Jaruco la noche del 18 de febrero de 1896 por tropas del General Antonio Maceo con el apoyo de las fuerzas de José María Aguirre.

Las primeras noticias sobre la idea de construir allí un parque se remontan a la última década del siglo XIX en una controversia que se publica en el periódico “El Tiempo” de Jaruco en su número 13 del año VI con fecha cinco de junio de 1889.

Monumento a las Madres

La discusión surge con la necesidad de mejorar la fuente de abasto de agua Los Chorritos y por la idea de construir un parque con ese presupuesto que llevaría el nombre de Parque de Colon en honor al navegante genovés.

El problema de “Aguas” y el del Parque de Colón no se resolvió hasta treinta años después, aunque ambos fueron centro de mira de la casi totalidad de los políticos durante las tres primeras décadas de la República neocolonial.

Las llamadas clases vivas de la ciudad jaruqueña venían haciendo esos reclamos a los alcaldes de turno argumentando que la población no tenía un lugar donde esparcirse, sobre todo los niños, y donde celebrar actividades culturales.

En el gobierno de Alfredo Zayas (1921-1925) se asigna por el estado un total de 11 mil pesos para la construcción del solicitado parque, cantidad que fue agotada antes de la conclusión de la obra, y así hubo un nuevo período de promesas.

Carlos Miguel de Céspedes, secretario de obras públicas de Gerardo Machado (1925–1933) lo continuó hasta su conclusión a finales de 1929, y tomó el nombre de José Martí, pero se desconoce con exactitud la fecha de su inauguración.

Por su localización en una pendiente, fue construido de forma tal que quedó a un nivel superior al de la calle principal y se levantaron muros de contención en parte de su perímetro, que culminaban en una de sus esquinas en una gran escalinata.

Una de las glorieta del parque (al fondo la Iglesia Católica)

Cuenta con dos glorietas, un busto en homenaje a José Martí y un monumento a las Madres, así como posee cuatro escalinatas que sirven para acceder al parque, bancos y un paseo central circundante de cuatro metros de ancho.

El centro histórico de la ciudad condal de Jaruco cobró vida, y se reiniciaron las retretas los domingos al anochecer, con la presencia de los más connotados músicos del pueblo, las cuales concluían con las notas de nuestro Himno nacional.

Así se reunían allí niños que corrían y jugaban, los jóvenes paseaban y enamoraban, los que ya peinaban canas buscaban donde sentarse para entablar sus charlas donde revivían las historias cotidianas de sus vidas y la de sus antepasados.

Resulta curioso que las palmas criollas sembradas originalmente en el parque fueron extraídas de las zanjas que sirvieron de sepultura a los mártires que perecieron en esta tierra en las guerras de independencia y la reconcentración de Weyler.

El emblemático sitio público devino también escenario idóneo para la celebración de la fecha por el patrono del pueblo, San Juan Bautista, cada 24 de junio, que consistían en festejos populares, los cuales finalizaban con la tradicional ‘’Verbena’’.

Hoy resulta menos frecuentado que antes pues la construcción de otros parques y plazas públicas han contribuido a mermar la tradicional costumbre de concentrar allí todas las actividades del pueblo, pero aun preserva su valor arquitectónico y patrimonial.

Fuente: Correa González, Osvaldo I. Reseña histórica del Parque José Martí/ Bode Hernández, Germán. Cuentos que no son cuentos. Editorial Unicornio/ Archivos del Museo municipal de Jaruco.

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