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Talentosa exponente de la literatura y el canto en París a fines del imperio napoleónico.

una condesa de sangre cubana

La condesa de Merlín tuvo cuatro hijos y murió en París el 31 de marzo de 1852

María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, condesa de Merlín, brilló en los salones parisienses por su talento, ingeniosidad y belleza y en 1801 protagonizó un hecho sin precedentes en la historia del Convento de Santa Clara.

Nacida en La Habana, el cinco de febrero de 1789 en el seno de una ilustre familia, sus padres fueron Joaquín de Santa Cruz y Cárdenas y María Teresa Montalvo y O´Farril, Condes de Jaruco, una ciudad ubicada en las afueras de la capital cubana.

Su infancia transcurrió en la isla y debido a un viaje de los padres a Italia quedó a cargo de su tía abuela paterna, la que la crio de manera muy libre y consentida, pero a los ocho años, sufrió el rigor educacional en el Convento de Santa Clara.

Ella logró fugarse de la institución capitalina y el acontecimiento fue recogido en su libro Mis doce primeros años (1832), editado en París, obra que la lanza a la fama y se convierte en una talentosa exponente de la literatura y el canto.

Llegó a Madrid en 1802 donde sus padres tenían un lugar preferente en la Corte de Carlos IV gracias a su tío materno, el general  O’ Farril y la historia recoge que el salón de su madre rivalizaba con salones como el de la Duquesas de Alba o Benavente.

A ese recinto acudían con cierta regularidad, entre otras personalidades, Leandro de Fernández de Moratín y el afamado pintor Francisco de Goya, que durante un tiempo fue profesor de dibujo de la joven Santa Cruz y Montalvo.

A los 20 años de edad y tras la invasión de José Bonaparte a España se casa con el general Antonio Cristóbal Merlín; sin embargo la derrota de los franceses llevó a los condes de Jaruco a París, donde se había instaurado el trono Borbón con Luis XVIII.

En su nueva patria la Condesa Madame de Merlín asistió, desde una posición privilegiada, a toda la parábola política francesa, de los últimos brillos del imperio Napoleónico y alcanza fama por su inteligencia, belleza y exquisita voz de soprano.

En la residencia parisina de la cubana María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, condesa de Merlin, que se dice fue amante, según rumores, del príncipe Jerónimo Bonaparte, alternan Víctor Hugo, Lamartine y Musset.

Sus biógrafos, siempre ansiosos de hurgar en las sábanas sucias, sobre todo por tratarse de las de una mujer, le atribuyen unos cuantos romances, sin que a la vuelta del tiempo podamos saber ya cuáles fueron platónicos y cuáles aristotélicos.

Rossini, Meyerbeer,, Listz, Chopin, Balzac, Orfila, María Malibrán, George Sand y muchos otros animaban las tertulias de su salón y así la brillante dama de aquella alta sociedad deviene escritora de éxito, curiosamente, en lengua francesa.

Domingo del Monte y José Antonio Saco, sus compatriotas, asisten también a sus reuniones en la cuales la Condesa deja escuchar sus bellos cantos; pero ese mundo empieza a resquebrajarse con la muerte de su marido, en 1839.

Camino a Cuba paso por los Estados Unidos; del que se llevó una muy mala impresión y negó que existiera igualdad social y más bien lo percibió como imperio del dinero, según Ulrike Schmieder, investigadora y docente de la Universidad de Hannover.

Al siguiente año María de las Mercedes visita a la ciudad de La Habana y en forma epistolar a sus conocidos fue dando cuenta de este viaje y estas cartas serán el futuro libro que dedicó a Leopoldo O´Donnell, gobernador general de la mayor de las Antillas.

En sus misivas a personalidades famosas de aquella época criticaba la opresión de la Isla caribeña por parte de la metrópoli y la falta de escuelas populares, sin embargo, destacaba los méritos intelectuales de algunos famosos cubanos.

Sus escritos publicadas originalmente en París, Francia, tuvieron una significativa repercusión en el ámbito internacional, pero en España fueron eliminados los que criticaban el régimen colonial y en Cuba fueron ampliamente rechazadas.

Aunque su obra literaria alcanza merecido reconocimiento, su vida personal fue desgraciada ya que su esposo le hizo sufrir con sus continuas infidelidades y además la llevó a la ruina y murió abandonada y empobrecida a los 63 años.

Muchos años después, Domingo Figarola-Caneda, su acucioso biógrafo, localizó su tumba cubierta de hierba y sin un epitafio que recordase a esta bella cubana, apasionada en exceso y que jamás se cuidó mucho de reprimir sus sentimientos y emociones.

Fundadora de una asentada tradición narrativa femenina, desde la perspectiva de una persona osada, controvertida y criticada durante la época que le toco vivir, la Condesa de Merlín, es considerada la madre de la literatura cubana.

Fuente/Foto: Wikipedia/Ciro Bianchi (Lecturas)

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