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Un coche diligencia de transportación pública.

El Camino Real de Cuba se extendía desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí (1591 kilómetros y 696 metros) Foto Archivo Nacional

En febrero de 1818 el gobierno de San Cristobal de la Habana, autorizó al catalán José Cool y Canti operar con su Coche Diligencia la transportación pública entre La Habana y Matanzas, a través del polvoriento y accidentado Camino Real de Cuba.

Pepé, como cariñosamente le decían familiares y paisanos, era un hombre corpulento que cubría su despoblada cabeza con una boina negra y fumaba picadura del Vuelta Abajo en una lujosa pipa, la cual quedaba casi oculta entre su enorme mostacho.

El carruaje (Tipo berlina) poseía seis cómodos asientos y era tirado por cuatro caballos de la raza percherón, que tenían su relevo en la Ciudad Condal de Jaruco, sitio intermedio entre la capital cubana y la llamada Atenas de la isla caribeña.

Un anuncio publicado en el  Diario del Gobierno de La Habana, fija la hora de salída a las 5 y 30 de la madruga de cada viernes, arribando al mediodía a Jaruco, donde los pasajeros y la tripulación pasaban la noche en las posadas existentes.

La más confortable era la de un señor llamado José Totosaus y dicen que el hospedaje era barato y la comida esquisita, gracias a unas cocineras de origen africano y un chino que trazaba la estrategia culinaria y el cultivaba verduras en las margenes del Río San Juan.

Con los primeros cantíos de los gallos de cada sábado el Coche Diligencia partía hacia la Ciudad de Matanzas, donde llegaba cerca de la una de la tarde con el cansancio retratado en el rostro de los pasajeros y en el grueso bigote de Don José Cool y Canti.

El regreso estaba previsto al amanecer del domingo, con la concebida escala en la otrora Ciudad Condal de Jaruco, donde los habitantes esperaban ansiosos la entrada del ruidoso carruaje, cuyo pasaje costaba en aquel época una onza de oro.

Francisco Martínez Chao

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