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Ingenio y sabiduría en su hacer diario por la vida.

La roturación de tierras mediante la tracción animal.(Foto:Pinterest)

El boyero, es una figura imprescindible del panorama rural cubano y junto a su yunta, integran el armonioso conjunto,  que define el laboreo en la tierra desde tiempos inmemoriales.

Los bueyes, previamente adiestrados marcha unidos por el yugo, una pieza de madera tallada, atada por una cuerda que los campesinos cubanos llaman cabuya y en la frente de cada uno se coloca el frontil, una especie de cojín rústico.

Trabaja y mientras trabaja el hombre aprender a querer a sus animales, que en el campo son única compañía, incluso habla con ellos y en muchas ocasiones regaña a uno y otro buey y los llama por su nombre cuando le exige mayor esfuerzo.

Y a propósito, eso de poner nombre al noble animal, no es una acción arbitraria, ni impensada como muchos creen. Todo lo contrario, reviste significación vital para el yuntero y tiene que ver con las circunstancias, aunque a veces es sólo la necesidad de distinguir a un animal de otro.

Hay un toque poético y hasta romántico en algunos apelativos, como es el caso de “Grano de Oro” “Coliblanco” y “Ojinegro”. Otros guardan relación con el color de la bestia “Diamante” “Azabache” y hasta sus características revisten interés “Ligero” “Guerrero” “Revoltoso”Incluso el ingenioso y pícaro campesino cubano, ha utilizado este medio de identificación, como arma de denuncia.

Así en la época de la seudorepública el guajiro arremetió contra las injusticias y la corrupción y era habitual escuchar en las sitierías llamar a los bueyes: Vigilante!  Bandolero!  en franca alusión a policías manilargas. Luego tras el triunfo de la revolución de Fidel Castro en 1959, nació la polémica yunta compuesta por Comandante y Mentiroso.

Una anécdota cuenta la historia de un boyero vueltabajero, algo charlatán, pero muy encariñando con su yunta -de cuyas condiciones presumía- que un día al pasar por el lugar, donde los sepultó al morir, volvió a llamar a cada uno por su nombre y sorprendido sintió como la tierra temblaba bajo sus pies.

Estos son detalles que adornan al guajiro cubano, aunque en ocasiones cuando se habla de ellos, se hace en tono peyorativo y burlón, olvidando su inteligencia y sabiduría y hasta el valor de su hacer diario rompiendo la tierra por la vida.

(A la memoria de Ñico.)