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La primera mujer en ejercer la medicina en Cuba.

Una reconstrucción realizada por la policía de Cuba muestra cómo pudo ser el rostro de Enriqueta Favez. (Foto: Julio César González Pagés

Cuando lo amenazaron con examinar su cuerpo y pasearlo desnudo por las calles de la ciudad de Santiago de Cuba, el respetable doctor Enrique Favez no tuvo otro remedio que confesar su secreto mayor.

Aun así médicos y guardias revisaron su cuerpo, con cuidadosa minuciosidad y descubrieron que se hallaba dotada de todas las partes pudendas propias del sexo femenino”, por lo que era “real y perfectamente mujer”.

El respetado doctor, que llegó a la isla, en 1819, procedente de la colonia francesa de Guadalupe, y había establecido su consultorio en la villa de Baracoa, donde vivían muchos franceses era, en realidad, Enriqueta Favez.

El historiador cubano Julio César González Pagés, autor de Por andar vestida de hombre, la más completa investigación sobre la apasionante vida del personaje, lo ubica en algún punto a inicios del siglo XIX.

Ella, estuvo casada con un soldado del ejército de Napoleón, de cuya unión nació un hijo, y al morir ambos, es que comienza a vestirse de hombre y asumir una identidad masculina, además de tomar una posición en la línea de combate.

Un gráfico de la época muestra el lado femenino y masculino de Enriqueta que jamás pudo volver a Cuba.

Vestida de hombre, la protagonista de esta historia estudió medicina en la Universidad de París, una profesión destinada exclusivamente a las personas del sexo masculino y al graduarse sirvió como doctor durante la campaña rusa de la guerra napoleónica.

Al viajar a Cuba ocurre un proceso muy interesante, porque se convierte en la primera fémina en ejercer la medicina no solo en la mayor de las Antillas, sino también en América Latina”, asegura en su obra González Pagés.

Tras realizar con exitosos resultados el examen para revalidar su título ante el Protomedicato de La Habana Enriqueta, es uno de los tres únicos cirujanos en el área del Caribe en esa época”, una marcas que dejó para la posteridad.

En 1823 se casó por la iglesia con Juana de León, la misma persona que lo denuncia ante los tribunales santiagueros un año después y quien aseguraba que el galeno, el fiel marido no era, en realidad, lo que decía ser.

El texto del expediente del juicio al que la sometieron y las cartas enviadas a su esposa, que fueron vendidas después, no dejan la menor duda que entre las dos mujeres había una auténtica relación lesbiana de mutuo consentimiento.

Su relación con la lugareña Juana de León y la boda de ambas ante los altares y con los ritos propios de la Iglesia Católica, supusieron también un antecedente de lesbianismo inusitado para la etapa, la región y la historia.

Ella nació en esta casa en Lausana, Suiza el 1 de abril en 1791.

Al concluir el largo proceso judicial, “el más escandaloso de Cuba en el siglo XIX”, según reseña la obra escrita por Gonzáles Pagés, Enriqueta Favez fue expulsada de forma definitiva de todos los territorios que España poseía en América.

Cuando el buque con destino a Nueva Orleans zarpó de La Habana a mediados de 1824, Enriqueta Favez, a quien nadie acudió a despedir, dejó atrás las costas de Cuba, un oscuro pasado, un escándalo sexual y una trágica historia de amor.

Hasta donde se conoce no había antecedentes públicos de lesbianismo en América Latina y a los efectos del suceso son también las primeras mujeres que se casan bajo los oficios de la iglesia católica en Hispanoamérica”.

Muchos años después una carta de amor, remitida a Juana de León, por una tal sor Magdalena, que no era otra que Enriqueta Favez, llegó a Baracoa, pero su destinataria ya había fallecido y por esa razón la misiva nunca recibió respuesta.

Una de las mujeres más sorprendentes del continente en el siglo XIX murió en 1856, vistiendo los hábitos de las hijas de la Caridad y fue enterrada con ritos católicos en el cementerio antiguo de Nueva Orleans, arrasado en 2005 por el huracán Katrina.

Fuente: BBC MUNDO

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