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Rigoberto Rizó, maestro de la seguidilla, nació el seis de octubre de 1917 en Madruga. (en la foto en su 90 cumpleaños)

Rigoberto Rizo, gran exponente de la música campesina, murió a los 92 años.

En el Madruga de la década del 30 del siglo XX un guajirito de 12 o 13 años de edad impresiona por su verbo certero en serenatas y canturías y quizás por esa razón y casi sin proponérselo se convirtió en Príncipe de la décima, al ganar el primer lugar en un programa radial de la emisora Cadena Azul, en La Habana, la capital cubana.

El espacio se llamaba “Buscando al Príncipe del Punto Cubano” y allí se presentó el joven Rigoberto Rizo, quien durante siete días alcanzó el sitial de honor con la improvisación de pies forzados, para a partir de ese momento hilvanar una brillante carrera en la música campesina que caló profundamente en el gusto popular.

En los años 40 conoce a Fortún del Sol (Colorín), director del bando “Tricolor” y en los 50 y hasta los 60 participa en “Competencia Nacional de Trovadores”, que trasmitía la cadena CMQ y en el “Guateque de Apolonio”, así como forma parte del elenco del programa televisivo “Palmas y Caña”, aún en la preferencia de la audiencia campesina del país.

Así “El flaco sublime” deviene pareja con el inolvidable Chanito Isidrón “El elegante poeta de Las Villas”, artífice por excelencia de la línea humorísticas del punto cubano, y en la memoria del pueblo perduran las encendidas controversias donde el público reía a mandíbula batiente con las muchas ocurrencias de ambos repentistas.

Rigoberto Rizó cantó además con hombres de la estatura de Angelito Valiente, Adolfo Alfonso y Justo Vega, entre otros y a la muerte de Chanito, su compañero de guateques, compartió la escena durante 23 años con Rafael Rubiera, a quien en sus hilarantes encuentros poéticos llama el “ñato” y esta décima habla por si sola:

Tú eres cantor modernista/ digno del mejor postor/ y tienes un privilegio/ ser el primer ñato artista/ Dios te conserve la vista/ para mirar a los cielos/ porque por si tus desvelos/ pierdes la vistas infeliz/ quiero ver en que nariz/ te enganchas los espejuelos.

Por su origen humilde se hizo llamar “El Saltarín de Madruga”, en lugar de “El príncipe de la décima”, como muchos entendidos querían. Dedicó más de media centuria a la música campesina y muchos creen que durante una canturía en el poblado habanero de San José de las Lajas su contrincante le rompió una guitarra en la cabeza.

“Todos piensan que yo le dije en décima” (Hoy me ha tocado cantar/ con el Congo de San José/ que parece un chimpancé/ encima del escenario) “y que el me ripostó” (Canta Rigoberto Rizo/ que te quiero oír cantar/ para poderme cagar/ en la madre que hizo), “pero esa anédota es falsa”, según me confesó en entrevista allá por los 90.

Rigoberto Rizo, uno de los más grandes exponentes de la música campesina en la mayor de las Antillas, murió el 28 de noviembre de 2009 a los 92 años en su natal Madruga, pero nos dejó su optimismo, amor a la vida y un singular estilo en su trayectoria poética, que lo convierten en una figura vigente en el rico universo cultural criollo.

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